lunes, 27 de julio de 2009

El final

En noviembre del año pasado, cumplimos 3 años de matrimonio y Pepe, como el pelotudo que es, salió con sus amigos a un pub y llegó a casa ebrio como un cosaco.

Yo, como la pelotuda que soy, al ver el calendario y descubrir que llevaba 3 años, 1095 días, de infelicidad, para que encima Pepe se vaya de joda, me vestí de femme fatale, salí con mis amigas a un pub y llegué a casa ebria como un cosaco.

Al toparnos en el living, apestando a alcohol, Pepe con un leve olor a salame y yo con el maquillaje corrido del sudor, nos miramos como perros en celo y nos entregamos a la pasión. Hacía 8 meses que no teníamos sexo. 8 meses de fingir que no pasaba nada, que nunca tuvimos sexo juntos, que no odiaba que me toque, y que él rehuía espontáneamente tocarme. Máscaras. Máscaras que cayeron en el living de lo que hasta ese momento llamábamos hipócritamente "hogar".

Fue el mejor sexo que tuvimos juntos. Luego, cuando todo terminó, cuando el efecto del alcohol se desvaneció, y vi a Pepe, al mismo Pepe que secretamente odiaba todos los días, desnudo a mi lado...con la poronga satisfecha. Lloré y le dije: "Quiero el divorcio".

miércoles, 22 de julio de 2009

Pepe, pelotudo

- Me querés?
Preguntó. Yo estaba sentada en su falda, pensando que era el hombre más hermoso, sexy y bueno que se podía encontrar.

- Te amo.
Susurré, sintiendo que ese maldito momento definía mi existencia por completo. Que no había antes, ni después. Que todo se detenía en mis nalgas asentadas en sus piernas, sintiendo su cálido aliento contra mis cabellos.

Nos conocimos en la universidad, cuando yo tenía 19 años. No sabía qué estudiar. La vida me parecía una fiesta constante, donde el futuro y las preocupaciones del futuro se me hacían cada vez más lejanas. Cuando se es joven e inocente, parece que la fiesta durará eternamente, que el carrusel no se va a detener de golpe.

Tuve muchos novios, muchas parejas, y siempre miré con desprecio a esas fulanas que se quedaban enganchadas a un pelotudo, haciendo que sus vidas girara en torno a ese ser moralmente inferior y de hábitos tan desagradables.

Y me enamoré. Pendeja, atorrantemente, me enamoré. Porque el mundo es así, hay amigos que hablan toda la vida de lo asquerosas que son las mujeres obesas y terminan casados y enamorados de una gordita. Hay amigas que todo el tiempo critican la posición sumisa de las mujeres golpeadas o maltratadas psicológicamente, y luego terminan con cicatrices o la personalidad hecha añicos después de liarse con un perfecto psicópata.

Yo siempre le eché mierda al amor y terminé enamorada hasta el Everest. Dispuesta a cantar canciones, escribir poemas, y dibujar corazones con su nombre y el mío.

Pepe (así lo llamaremos, por lo ordinario y común) no era ni excesivamente atractivo, ni con una inteligencia superior al promedio, ni mucho menos su sentido del humor tenía la agudeza que siempre deseé encontrar en un hombre. Pepé era “normal”, y en toda su corrientez, supo conquistarme o me deje conquistar.

Alto, fornido, buen cuerpo, linda sonrisa. Estudioso. Con una ambición que me hacía pensar que siempre se superaría, aparentemente inmune a los intentos descarados de otras mujeres para conquistarlo. Un efecto tan engañoso como la coca-cola light. Nada era lo que se suponía, debía ser.

Pepe, pelotudo.

Nos presentó un amigo en común. El tenía dos años más que yo y estudiaba para abogado. Odiaba a los abogados. hoy los odio más. Salimos unas cuantas veces, nos encamamos, y nació el amor. El apestoso amor.

Fue un noviazgo calmo como un libro de Paulo Coelho. Todos te dicen que es bueno, vos cuando lo leés pensás que el mensaje es bueno, pero en el fondo sabés que es artificial. Ahora que lo recuerdo, no sé cómo no me di cuenta de lo que me esperaba.

Pepe, pelotudo.

martes, 21 de julio de 2009

Divorciada

Me llamo Verónica, el apellido no importa. A mis 25 años me estoy divorciando. Por primera vez, la palabra suena como un final, crónica de una muerte anunciada. Después de 3 años de matrimonio, decidí no cumplir esa frase superficial de “hasta que la muerte nos separe”.

Yo no quiero despertarme por la mañana viéndote la cara una vez más. Odiándote mientras dormís, respirás, sintiendo ganas de hundirte la punta de mi taco aguja en la cabeza, en cada pedo onírico que te lanzás. No, no quiero eso para mí.

De nada sirvieron las súplicas de mi conservadora familia. Las advertencias de una vida solitaria, mientras EL, rehacería la suya. No le temo a la soledad, le temo a esa oscuridad que devoraba mi vida a su lado, le tengo miedo miedo a verme al espejo con 25 años, sintiéndome vieja y amargada. Muéranse. Le tengo pena a la próxima fulana. A la que tendrá que cumplir el mandato eclesiástico de “hasta que la muerte nos separe”.

Hoy 22 de julio de 2009. Por primera vez, me siento feliz. Tengo miedo, pero estoy feliz. Y sobre todo…soy libre. Hoy quiero chuparle la sangre a la vida, como un vampiro. Salud por eso.