Me llamo Verónica, el apellido no importa. A mis 25 años me estoy divorciando. Por primera vez, la palabra suena como un final, crónica de una muerte anunciada. Después de 3 años de matrimonio, decidí no cumplir esa frase superficial de “hasta que la muerte nos separe”.
Yo no quiero despertarme por la mañana viéndote la cara una vez más. Odiándote mientras dormís, respirás, sintiendo ganas de hundirte la punta de mi taco aguja en la cabeza, en cada pedo onírico que te lanzás. No, no quiero eso para mí.
De nada sirvieron las súplicas de mi conservadora familia. Las advertencias de una vida solitaria, mientras EL, rehacería la suya. No le temo a la soledad, le temo a esa oscuridad que devoraba mi vida a su lado, le tengo miedo miedo a verme al espejo con 25 años, sintiéndome vieja y amargada. Muéranse. Le tengo pena a la próxima fulana. A la que tendrá que cumplir el mandato eclesiástico de “hasta que la muerte nos separe”.
Hoy 22 de julio de 2009. Por primera vez, me siento feliz. Tengo miedo, pero estoy feliz. Y sobre todo…soy libre. Hoy quiero chuparle la sangre a la vida, como un vampiro. Salud por eso.



Salud!
ResponderEliminarCon diez años más paso por el mismo miedo y las mismas ganas de tomar de la vida lo que me corresponda. Suerte! y que nos vaya bien.
ResponderEliminar