- Me querés?
Preguntó. Yo estaba sentada en su falda, pensando que era el hombre más hermoso, sexy y bueno que se podía encontrar.
Preguntó. Yo estaba sentada en su falda, pensando que era el hombre más hermoso, sexy y bueno que se podía encontrar.
- Te amo.
Susurré, sintiendo que ese maldito momento definía mi existencia por completo. Que no había antes, ni después. Que todo se detenía en mis nalgas asentadas en sus piernas, sintiendo su cálido aliento contra mis cabellos.
Nos conocimos en la universidad, cuando yo tenía 19 años. No sabía qué estudiar. La vida me parecía una fiesta constante, donde el futuro y las preocupaciones del futuro se me hacían cada vez más lejanas. Cuando se es joven e inocente, parece que la fiesta durará eternamente, que el carrusel no se va a detener de golpe.
Tuve muchos novios, muchas parejas, y siempre miré con desprecio a esas fulanas que se quedaban enganchadas a un pelotudo, haciendo que sus vidas girara en torno a ese ser moralmente inferior y de hábitos tan desagradables.
Y me enamoré. Pendeja, atorrantemente, me enamoré. Porque el mundo es así, hay amigos que hablan toda la vida de lo asquerosas que son las mujeres obesas y terminan casados y enamorados de una gordita. Hay amigas que todo el tiempo critican la posición sumisa de las mujeres golpeadas o maltratadas psicológicamente, y luego terminan con cicatrices o la personalidad hecha añicos después de liarse con un perfecto psicópata.
Yo siempre le eché mierda al amor y terminé enamorada hasta el Everest. Dispuesta a cantar canciones, escribir poemas, y dibujar corazones con su nombre y el mío.
Pepe (así lo llamaremos, por lo ordinario y común) no era ni excesivamente atractivo, ni con una inteligencia superior al promedio, ni mucho menos su sentido del humor tenía la agudeza que siempre deseé encontrar en un hombre. Pepé era “normal”, y en toda su corrientez, supo conquistarme o me deje conquistar.
Alto, fornido, buen cuerpo, linda sonrisa. Estudioso. Con una ambición que me hacía pensar que siempre se superaría, aparentemente inmune a los intentos descarados de otras mujeres para conquistarlo. Un efecto tan engañoso como la coca-cola light. Nada era lo que se suponía, debía ser.
Pepe, pelotudo.
Nos presentó un amigo en común. El tenía dos años más que yo y estudiaba para abogado. Odiaba a los abogados. hoy los odio más. Salimos unas cuantas veces, nos encamamos, y nació el amor. El apestoso amor.
Fue un noviazgo calmo como un libro de Paulo Coelho. Todos te dicen que es bueno, vos cuando lo leés pensás que el mensaje es bueno, pero en el fondo sabés que es artificial. Ahora que lo recuerdo, no sé cómo no me di cuenta de lo que me esperaba.
Pepe, pelotudo.



dejate de joder.
ResponderEliminarmi primer comentario y es una asquerosa autopublicidad...
Me solidarizo, odio esos comments. Tengo sólo el título para un blog que muy probablemente nunca exista, pero si me tomo el laburo de pensarlo, hacerlo, y el primer comentario es de un forro llamado zoso autopromocionando su propio blog, me sentiría pésimo. No entré ni pienso hacerlo a ese zonzo blog, x jeropa. Suerte.
ResponderEliminarjuanmar, sí, yo sí pasé por el bendito blog. Loco no podés!! y bueeee...cada quien con sus desviaciones.
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